La fantasía de Putin y Xi de vivir 150 años o ser inmortales

La conversación entre el presidente ruso, Vladimir Putin, y su homólogo chino, Xi Jinping, sobre los límites de la edad y la inmortalidad, revela un viejo anhelo humano que sigue teniendo más de fantasía que de realidad, incluso para dos de las personas más poderosas del mundo.

Xi comentó que, en el pasado, “rara vez se llegaba a los 70 años, pero hoy se dice que a los 70 se sigue siendo un niño“. Putin respondió que “gracias al desarrollo de la biotecnología, los órganos humanos pueden trasplantarse constantemente y las personas pueden sentirse cada vez más jóvenes e incluso alcanzar la inmortalidad”. El líder chino agregó que las proyecciones científicas apuntan a que este siglo podría abrir la puerta a vidas de hasta 150 años.

Hasta hace poco más de un siglo, la esperanza de vida apenas superaba los 40 años, aunque los avances médicos y una mejora en los hábitos de vida han duplicado esta cifra, y se espera que siga aumentando en las próximas décadas. Lo que no está claro es hasta dónde. Hay estudios que sitúan el límite absoluto de longevidad entre los 125 y los 150 años, pero hay científicos que opinan que el organismo humano no está necesariamente sujeto a una fecha de caducidad. Sin embargo, cualquier proyección en este sentido únicamente es pura especulación.

La conversación entre el presidente ruso, Vladimir Putin, y su homólogo chino, Xi Jinping, sobre los límites de la edad y la inmortalidad, revela un viejo anhelo humano que sigue teniendo más de fantasía que de realidad, incluso para dos de las personas más poderosas del mundo.

Xi comentó que, en el pasado, “rara vez se llegaba a los 70 años, pero hoy se dice que a los 70 se sigue siendo un niño“. Putin respondió que “gracias al desarrollo de la biotecnología, los órganos humanos pueden trasplantarse constantemente y las personas pueden sentirse cada vez más jóvenes e incluso alcanzar la inmortalidad”. El líder chino agregó que las proyecciones científicas apuntan a que este siglo podría abrir la puerta a vidas de hasta 150 años.

Hasta hace poco más de un siglo, la esperanza de vida apenas superaba los 40 años, aunque los avances médicos y una mejora en los hábitos de vida han duplicado esta cifra, y se espera que siga aumentando en las próximas décadas. Lo que no está claro es hasta dónde. Hay estudios que sitúan el límite absoluto de longevidad entre los 125 y los 150 años, pero hay científicos que opinan que el organismo humano no está necesariamente sujeto a una fecha de caducidad. Sin embargo, cualquier proyección en este sentido únicamente es pura especulación.

“A lo mejor, en 50 o 100 años”

El biólogo español Ginés Morata, premio Príncipe de Asturias de Investigación, cree que “la posibilidad de alargar la vida humana es real, y será posible en un futuro no muy lejano”, aunque el horizonte que plantea no es tan a corto plazo como el de Xi y Putin: “A lo mejor, dentro de 50 o 100 años estas medidas podrían ser aplicables a la especie humana”. “Se calcula que el límite máximo de la especie humana puede ser 120-130 años (…) Mediante modificaciones genéticas, se ha conseguido que gusanos vivan siete veces más que lo que hacen normalmente, y si esto lo extrapolamos a la especie humana, acabaríamos viviendo 350 o 400 años”, declara al Telediario de TVE.

La presidenta de la Asociación Española de Genética Humana, Encarna Guillén, coincide en rebajar las expectativas de ambos mandatarios, y opina que “es discutible que podamos llegar en poco tiempo a los 150 años”, ya que “hoy en día, la esperanza media de vida está en torno a los 74 años a nivel mundial, y eso significaría doblarla”.

No obstante, esta genetista reconoce que actualmente “hay un auténtico debate científico con progresos que pueden hacer ver como un proceso reversible el envejecimiento natural que hasta ahora hemos asumido como irremediable”. “La tecnología ha evolucionado muchísimo y la confianza de la ciencia en aumentar la supervivencia está fundamentalmente en todos los avances que se han hecho en genética para conocer las bases del envejecimiento; los avances en la reprogramación celular, en la biotecnología y en la inteligencia artificial que nos está ayudando a analizar todos esos datos, moléculas y proteínas críticas en la reversión del envejecimiento”, manifiesta en una entrevista concedida al Canal 24 Horas.

Trasplantes “constantes”, una idea que choca con la realidad

Respecto a la afirmación de Vladimir Putin de que los órganos humanos pueden trasplantarse “constantemente” para rejuvenecer el cuerpo, esta es una idea que choca de frente con la realidad médica. Hoy en día, cada trasplante implica un procedimiento quirúrgico extremadamente complejo, con un alto riesgo de complicaciones, rechazo inmunológico y necesidad de inmunosupresores de por vida en muchos casos. Hablar de reemplazos “constantes” equivale a ignorar que cada cirugía añade riesgos acumulativos y que el cuerpo humano no está diseñado para soportarlo.

A ello se suma un obstáculo insalvable: la escasez de órganos a nivel mundial. Miles de personas mueren cada año en listas de espera porque no hay donantes suficientes. Ni siquiera la investigación en xenotrasplantes, o en órganos artificiales, ha resuelto todavía los enormes desafíos que plantea. En otras palabras, los trasplantes no son una vía realista hacia la inmortalidad, sino una herramienta de último recurso para salvar vidas en situaciones críticas. Por este motivo, la ciencia actual apunta mucho más a prevenir el desgaste celular y a retrasar el envejecimiento que a sustituir el cuerpo pieza por pieza, lo que tampoco tendría sentido desde el punto de vista biológico.

El envejecimiento no se limita a la pérdida de un órgano concreto, sino que es un proceso sistémico que afecta a todos los tejidos: desde cambios celulares como el acortamiento de telómeros o el daño en el ADN, hasta disfunciones en las mitocondrias y la aparición de inflamación crónica. Cambiar un corazón o un hígado no frena este proceso, que continúa erosionando el conjunto del organismo, lo que hace que las grandes investigaciones en biomedicina no se centren en fabricar “cuerpos de repuesto”, sino en ralentizar los mecanismos del envejecimiento.

“El trasplante de órganos no es realmente una estrategia para aumentar la longevidad (…) El envejecimiento es un proceso global, y pensar en ir trasplantando todos los órganos es algo difícil de sostener”, recalca en este sentido Guillén.

“Ciencia de la longevidad”

La francesa Jeanne Calment, fallecida en 1997, tiene el récord de longevidad, con 122 años y 164 días. En la actualidad, la mujer viva más anciana es la inglesa Ethel Caterham, con 116 años; mientras que el hombre vivo más longevo es João Marinho Neto, de Brasil, con casi 113 años.

Numerosos científicos del envejecimiento pronostican que estos límites serán superados ampliamente, y de manera generalizada, en pocas décadas. E incluso hay algunos que van más allá y sostienen que no existe ninguna ley biológica que dictamine que debamos envejecer, y que, aunque aún no se sabe cómo detener este proceso, dar con la clave es solo una cuestión de insistencia.

Sin embargo, el límite máximo documentado de 122 años no se ha superado en casi tres décadas, lo que sugiere la existencia de una barrera difícil de franquear. Quizá por ello, las investigaciones actuales se centran más en frenar el deterioro celular, regenerar tejidos y retrasar enfermedades asociadas a la edad que en extender la vida de forma indefinida.

Así, aunque poco realistas, las palabras de ambos líderes no dejan de reflejar una tendencia real. El progresivo aumento de la esperanza de vida ha disparado el interés por la llamada “ciencia de la longevidad”. Desde Silicon Valley hasta laboratorios europeos, pasando por grandes institutos en China y Rusia, realizan inversiones millonarias para investigar terapias genéticas, fármacos contra el envejecimiento celular o técnicas de regeneración de tejidos. Pero todos sus científicos coinciden en que aún estamos lejos de desafiar los límites biológicos de la especie humana.

La iniciativa privada ha irrumpido con fuerza en esta búsqueda de la fuente de la eterna juventud. Una de las principales compañías dedicadas a esta tarea es Altos Labs —impulsada entre otros por los multimillonarios Jeff Bezos y Yuri Milner—, que cuenta en su plantilla con algunos de los científicos más importantes en este campo a nivel internacional, como los españoles Manuel Serrano y Juan Carlos Izpisúa, o el nobel japonés Shinya Yamanaka, descubridor de las células iPS (células madre pluripotentes inducidas), que constituyen la piedra angular de la actual medicina regenerativa.

“La finalidad de Altos es entender el principal factor de riesgo de casi todas las enfermedades, es decir, el envejecimiento, con el objetivo de aportar nuevas medicinas para tratar de mejorar la salud“, comentaba a RTVE.es el propio Manuel Serrano, quien dejaba claro que el propósito de esta compañía se aleja mucho de ese anhelo quimérico de inmortalidad. “La inmortalidad es pura fantasía para hacer volar la imaginación. No lo critico, pero no es un objetivo realista en la mente de la inmensa mayoría de los científicos o empresas farmacéuticas”, comentaba. “Realmente se envejece más despacio hoy que hace cien años”, añadía, pero reconocía que “vivir 200 años no es algo que va a ocurrir en este siglo”.

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